El pasado jueves 13 realizamos el segundo encuentro del Seminario “La cuestión de la Mujer desde el Marxismo”, en la Facultad de Humanidades. Estudiantes, trabajadoras y trabajadores abordamos el origen histórico y social de la opresión de la mujer, con nuestra compañera Romina Amaya, docente y estudiante de Antropología, que desarrolló la profunda ligazón que tiene nuestra opresión con el origen de la propiedad privada y la sociedad de clases. Para ello recorrimos la historia de las sociedades pasadas, desnaturalizando la idea de que el tipo de familia hoy más conocida y extendida (monogámica y heteroparental), fue la única existente y demostrando que su imposición se inició con la necesidad de perpetuar la propiedad privada a través de la herencia, por linaje paterno. Por esto las mujeres fuimos recluidas al ámbito del hogar, para garantizar la legitimidad de la descendencia, asignándonos un rol principalmente de reproductoras que significó, como bien dijo Engels, “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.
Un valioso aporte al debate

A pesar de ello, las mujeres de las actuales nacionalidades oprimidas gozábamos en aquellos tiempos de mayores grados de libertad y protagonismo en todos los aspectos (social, político, económico, sexual, etc.) si los comparamos con el presente y también, en ese mismo momento, comparándolo con la Europa Medieval. La mujer jugaba un rol activo en la producción, en especial en la alfarería o la cestería, con técnicas y procedimientos muy avanzados.
La conquista, disolvió a sangre y fuego la propiedad comunal y aceleró la aparición de la propiedad privada desintegrando las economías locales al reorientarlas hacia la exportación de minerales y materias primas el mercado mundial en gestación. La aparición de la propiedad privada y el estado significó cerrar doblemente nuestras cadenas, enfrentado la opresión como mujeres y como parte de pueblos y naciones avasalladas, a lo que se agregó la explotación capitalista en las minas y plantaciones, alejando a la mujer de su rol preponderante en la producción.
Erróneamente todavía hoy algunos sectores indianistas se ubican desde una abstracta “cosmovisión indígena”, relegándonos nuevamente al papel de madres y esposas. Además, como bien remarcó Silvia, la Iglesia desde entonces jugó un papel importante al imponer durante siglos el mito de la virgen María, símbolo de la mujer entregada y sumisa; la misma institución que en el norte tiene fuerte presencia y sigue difundiendo esta ideología. Nuestro desafío es retomar la real herencia ancestral de nuestras abuelas para romper las cadenas en busca de la verdadera libertad, una pelea que ante el avance del capitalismo en todo el planeta, se plantea de manera mancomunada con los obreros y obreras de la industria, los servicios y el campo, quienes producen la riqueza a diario y son una fuerza social capaz de abrir paso a una nueva sociedad libre de toda opresión y explotación.
Opiniones y desafíos hacia el XXVIII Encuentro de Mujeres
Finalizando el ameno encuentro, luego del debate en grupos, varios compañeros y compañeras tomaron la palabra, como Bety Lucio, presidenta de la comunidad guaraní de Yuto, que contó la lucha que vienen llevando adelante las mujeres por sus tierras. O un joven secundario que destacó la importancia de estudiar el origen de nuestra opresión para comprenderla y combatirla, opresión que también sufrimos las personas LGTB.

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