octubre 29, 2008

Capitalismo y Patriarcado ¡COMPLICES!

Aunque no existe ningún registro oficial, sólo teniendo en cuenta los datos proporcionados por los medios, tenemos que en lo que va del año al menos 132 mujeres fueron asesinadas en Argentina sólo por ser mujeres. Eso significa que, cada dos días, la violencia contra la mujer acaba con la vida de una de nosotras. Entre las víctimas, 22 eran niñas o adolescentes. Muchas, además, también fueron violadas. Sólo en la provincia de Buenos Aires, entre febrero y julio de este año, se registraron más de 7 mil denuncias al teléfono de atención a mujeres víctimas de la violencia. ¿Cuántos más son los casos que no llegan a denunciarse por temor a las represalias o por la certeza de que el pedido de auxilio no será escuchado por jueces y policías? “Me quiere matar.” Esa frase se escucha en las comisarías, en los centros de asistencia a la violencia y, muchas veces, se encuentra en los mensajes de texto de los celulares de las víctimas, cuando ya es demasiado tarde.

¿Excepción o norma?

Quizás porque mucha gente piensa que la violencia contra las mujeres es un problema del ámbito privado en el que no hay que meterse. Un mito que los medios, la policía y la justicia se encargan de alimentar, refiriéndose a estos asesinatos como “crímenes pasionales” o justificando al agresor por estar drogado o borracho, por estar “obsesionado” de amor por la víctima y otros argumentos más abominables, como el que a veces se escucha de que “a las mujeres les gusta que les peguen”. Tampoco son ingenuas las ideas que nos inculcan desde la Iglesia y la escuela sobre la familia: “la familia es lo primero”, “por los hijos hay que aguantar cualquier cosa”. Ideas que terminan sirviendo de argumento para culpabilizar a la propia víctima de su situación.
La realidad es que, en el mundo entero, mueren más mujeres de violencia que de cáncer.
La violencia contra las mujeres es tan normal y cotidiana, que hasta casi se hace invisible y salta a la vista sólo cuando ya es demasiado tarde y la víctima se transformó en cadáver. La violencia física, siempre está precedida por otras conductas de hostigamiento y violencia verbal y psicológica. Pero sobre todo, la violencia contra las mujeres siempre es la “gota que rebalsa el vaso” de una brutal violencia que se ejerce de muchas maneras y cotidiamente. Las mujeres son víctimas de múltiples acciones que limitan o restringen su libertad y autonomía; son objeto de la dominación, que se mantiene a través de coacciones, abusos, imposiciones y controles.

Los capitalistas, preocupados…

El problema de la violencia contra las mujeres ya está alarmando a gobiernos y empresarios. No se trata de una repentina preocupación por nuestras vidas, sino un frío cálculo de pérdidas y ganancias: uno de cada cinco días laborales que pierden las mujeres por razones de salud está relacionado con la violencia. Bajo el cínico título de “El costo de la violencia doméstica: una sangría para las economías de la región”, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) alerta sobre los millones de dólares que se gastan en salud, justicia y policía y en los que se pierden por la baja de la productividad de las víctimas. Este informe no dice nada, sin embargo, acerca de que las 225 personas más ricas del mundo acumulan lo mismo que poseen los 2.500 millones más pobres. Nada dicen, tampoco, acerca de que esas 225 personas son hombres, mientras las mujeres representan el 70% de quienes viven con menos de un dólar diario. Nada dicen de que en el sistema capitalista, por poner sólo un ejemplo, mientras se gastan 780 mil millones de dólares en armamento, sólo se invierten 12 mil millones en salud reproductiva. ¿Eso no es violencia?
Los capitalistas que parecen preocupados por la violencia contra las mujeres no pueden decir, sin embargo, dónde radica la raíz fundamental de este flagelo: que su propiedad privada se defiende a través de la violencia institucionalizada de las Fuerzas Armadas y represivas y que en eso radica la esencia del Estado capitalista, en pura violencia ejercida por una minoría de parásitos contra millones de explotados y oprimidos. Siempre que la clase trabajadora y el pueblo pobre ataquen los intereses del capital y, más profundamente, la propiedad burguesa, deberán enfrentarse con las fuerzas armadas por esa clase dominante en resguardo de sus intereses. Así lo vemos cada vez que una huelga amenaza los intereses de los patrones, cada vez que las trabajadoras y trabajadores toman una fábrica para reclamar sus derechos, cuando las familias sin trabajo cortan una ruta… Mujeres estranguladas, golpeadas, picaneadas, asesinadas con balazos de escopeta, cuchillazos... los más aberrantes delitos reunidos bajo la también aberrante calificación de “crímenes pasionales” con que se intenta invisibilizar que de lo que se trata es de la más mortífera violencia de género, el último y cruel eslabón de una larga cadena de violencias “permitidas” que este sistema genera, legitima, reproduce y naturaliza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Compañeras, desde Bahía Blanca les mando un fuerte abrazo y todo el impulso para poner en pie un movimiento imparable de mujeres en todo el mundo!!
Somos mujeres marchando por nuestros derechos!
Queremos el Pan y también las Rosas!
un beso
Débo